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miércoles, 26 de mayo de 2010

¿DONDE QUEDA EL ALMA ?


Es evidente que nosotros tenemos unas capacidades muy superiores a las de los animales y que somos capaces de realizar una serie de acciones que nos distinguen radicalmente de éstos. Baste recordar, por ejemplo; la capacidad de filosofar, de decidir libremente ante las cosas, la capacidad de elaborar un complicado lenguaje, el sentido artístico, la sensibilidad religiosa, la capacidad de abstraer, etc, etc... Pues bien, aquellos que sostienen que el hombre es pura materia, tienen que concluir que las capacidades especiales que éste tiene, se explican únicamente por su superioridad genética. Y aquí viene la primera contradicción: a la clase científica le ha llamado poderosamente la atención la poquísima diferencia que existe entre el mapa genético del ser humano y el del reino animal.

Entonces, ¿en base a qué se explica tanta superioridad en nuestras acciones humanas cuando resulta que nos diferenciamos tan poco en lo genético? ¡He aquí un argumento más en el que apoyar la dimensión espiritual del hombre! Evidentemente, el alma es espíritu puro y, por lo tanto, no cabe la posibilidad de percibirla en un análisis genético. Pero podemos deducir su existencia de las acciones espirituales de las que somos capaces.

Por poner un ejemplo, examinemos el fenómeno de la libertad humana. Los científicos han destacado en la presentación del mapa genético que no estamos predeterminados por el genoma; sino que lo genético es un condicionante más, al que hay que añadir el entorno cultural y el medioambiental. Pues bien, partiendo de este dato, estamos reconociendo que en el hombre hay operaciones irreductibles a lo biológico. Mientras que la actuación de los animales está totalmente determinada por sus leyes biológico-instintivas, nosotros tenemos una libertad de actuación que nos permite autodeterminarnos. Somos capaces de optar y elegir, creando así nuestra propia historia. El animal, por el contrario, no se distancia de las cosas ni puede elegirlas.

El recurso a los condicionamientos culturales o medioambientales para explicar la originalidad de la actuación humana, no es de recibo, ya que sería rechazar un determinismo para recurrir a otro. ¿Acaso no es cierto que solemos actuar, tanto dejándonos llevar por los condicionamientos culturales, como oponiéndonos a ellos? Todos conocemos a personas con condicionamientos culturales muy similares, cuyas opciones personales han sido muy distintas.

Por lo tanto, y en resumen, tanto la libertad para autodeterminarse, como otras muchas acciones “espirituales” que el hombre es capaz de desarrollar (artísticas, filosóficas, etc..), demuestran la existencia del alma espiritual.

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